El origen de las cuevas-vivienda no está perfectamente definido. Probablemente se empezaran a excavar durante los primeros siglos de dominación árabe sobre la Península, sin embargo, debieron construirse de forma masiva a partir del s. XVI cuando la población musulmana y judía fue expulsada de sus viviendas tras la conquista del Reino de Granada por Los Reyes Católicos en la comarca de Guadix.
De este modo, las cuevas surgen para los marginados, ajenas a los pueblos y ciudades, fuera del control administrativo y orden eclesiástico.
Así, en cada pueblo de nuestra comarca rodeado por estos cerros, las cuevas han tenido una evolución desigual, según las necesidades y caracteres sociales de sus habitantes, hasta llegar a convertirse en nuestros días en un hábitat sano, ecológico y totalmente integrado en el entorno paisajístico de Chinchilla.
Uno de los atractivos de las cuevas reside en la simbiosis que presenta entre obra humana y naturaleza pura. Un hábitat muy apreciado como vivienda y alojamiento de lujo, que representa una alternativa novedosa a la hora de entrar en contacto con la naturaleza. Su originalidad arquitectónica, en la que todo son formas curvilíneas o abovedadas, modeladas como cerámicas en el vientre de la tierra, su ideal temperatura y su gran ambiente acogedor, íntimo y rústico, las han convertido en uno de los mayores reclamos del turismo rural de esta zona.
La temperatura en el interior de las cuevas es constante durante todo el año (entre los 20 grados del invierno y los 18 del verano), por lo que no es necesaria calefacción. En definitiva, se trata de un lugar ideal para alejarse de los ruidos mundanos, gracias a que su insonorización es completa, que cobra mayor protagonismo gracias a la tranquilidad que presenta el entorno.